En la enciclopedia GER Cornelius Janssens (en latín, lansenius), n. el 28 oct. 1585 en Acquoy (Holanda) y m. el 6 mayo 1638, siendo obispo de Ypres (Bélgica). Teólogo de Lovaina interpretó el pensamiento de S. Agustín (v.) sobre la gracia (v.) y la predestinación (v.), en la línea de Bayo (v.), lo que motivó que su doctrina fuera condenada por la Iglesia, después de su muerte. El j. es a la vez un sistema teológico y un partido religioso-político. Como sistema teológico es, por una parte, la doctrina de J. y, por otra, una especie de rigorismo en moral, con repercusiones en teología sacramentaria. Poco a poco pasó a constituir un partido que encontró en un galicanismo (v.) mal entendido un pretexto para oponerse a la Santa Sede, y también al Estado. 1. Vida. J. estudió teología en la Univ. de Lovaina donde estuvo en contacto con el discípulo predilecto de Bayo, Jacobo Janson. En aquella época, un ambiente de polémica reinaba en Lovaina: en la Univ. se prolongaba la tradición bayanista, a la cual se oponían los jesuitas, agrupados en torno a Leonardo Lessius. Sin embargo, parece que, en aquel momento, el joven J. no se interesó directamente por la controversia. Al ir luego a París para continuar sus estudios, se encontró con otro discípulo de Janson, lean Duvergier de Hauranne, el futuro abad de Sannt-Cyran (v.): es el principio de una amistad que facilitará más tarde la difusión del j. en Francia. Después de una estancia de estudio en Bayona, en casa de Duvergier, J. vuelve a Lovaina donde, hacia 1619, estudia más detenidamente cuestiones acerca de la gracia. En 1621, recibe la visita de Sannt-Cyran y le comunica sus ideas. A partir de este momento, comienza entre los dos amigos una correspondencia acerca de lo que será el Augustinus. En 1624, J. es enviado a Madrid para defender a la Facultad de Teología de Lovaina frente a ciertas pretensiones de los jesuitas. Seis años más tarde, es nombrado profesor de S. E. No se deja, sin embargo, absorber por esas diversas tareas académicas y se dedica preferentemente al estudio de S. Agustín: leyó 10 veces sus obras completas y 30 veces sus escritos sobre la gracia. J. comienza, en 1628, la redacción del Augustinus. Y, cuando en 1636 es nombrado obispo, el libro está casi terminado. Pero la muerte le impidió darle el retoque final. En su testamento, J. se sometía de antemano al juicio de la Santa Sede. Sus amigos Liberto Froidmond, rector de la Univ. de Lovaina, y Enrique Calenus se encargaron de la publicación del libro. |
grandes libros
martes, 13 de marzo de 2012
Jansenio y Jansenismo
Espíritu de geometría y espíritu de finura en la empresa
25
Domingo
oct 2009
El directivo con espíritu de geometría ordena coherentemente procesos y personas. Maneja unos pocos principios claros, limpios y puros como el agua de bidón. Se agencia de una buena hoja de cálculo e introduce a la empresa en sus cuadrículas. Todo entra en ella. Lo que se sale del libreto no cuenta o dicho de otro modo, procesos y personas tienen que adecuarse al libreto, a los personajes definidos y al escenario fabricado. ¿Ventajas? Bastantes. La primera de ella, es el control. Las operaciones de la empresa están determinadas, los productos perfectamente perfilados, el control de calidad asegurado y las funciones de los empleados están claramente especificadas. Basta un click en la lap top y se obtiene la foto a tiempo real de la empresa.
Si las organizaciones fueran sólo máquinas al estilo de las fajas transportadoras de maletas en un terminal de aeropuerto, el espíritu de geometría basta y sobra en la empresa y lo único que nos haría falta sería rodearnos de buenos geómetras (gentes de sistemas, matemáticos, especialistas en logística, contadores); todo lo demás sería poesía, bonita, pero ineficaz a efectos de gestionar el buen funcionamiento de la organización-máquina. Es el modelo de empresa que se ideó a principios del siglo XX, el llamado modelo taylorista de organización que cada cierto tiempo se reedita con nuevos nombres, pero el espíritu de geometría es el mismo.
Pascal se dio cuenta (y la empresa de finales del siglo XX, también) que la vida no cabe en una ecuación. El espíritu de finura sabe que el corazón tiene razones que la razón no comprende. Sus principios apenas se ven o como lo diría Saint-Exupery en el Principito, lo esencial es invisible a los ojos. “Son cosas tan delicadas y numerosas -diría Pascal-, que es menester un sentido muy delicado y agudo para sentirlas, y juzgar derecha y justamente de acuerdo con este sentimiento, sin que las más de las veces sea posible demostrarlas por orden como en geometría… Es preciso ver súbitamente la cosa en un solo golpe de vista, y no con un razonamiento progresivo”. Aquí resalta la singularidad del ser humano. No se trata ya sólo del departamento de contabilidad o de la sala de redacción. Allí están Juan, María, Luciana, con unos modos de ser singulares aunque realicen la misma función. El mismo puesto, pero sus estilos son diferentes.
Una empresa para nuestro tiempo requiere de geometría y de finura. Ceder a la tentación tecnocrática puede arrojar líneas en azul en la cuenta final de resultados, pero el precio es convertir a nuestros colaboradores en simples autómatas y como decía el viejo Aristóteles dirigir esclavos no tiene ningún interés.
Piura, 16. X. 09
viernes, 9 de marzo de 2012
Blas Pascal en la enciclopedia GER
http://www.canalsocial.net/ger/ficha_GER.asp?id=2643&cat=biografiasuelta
Datos biográficos. Formación.
Científico y pensador francés, brillante y profundo; n. en Clermont-Ferrand
(Auvernia) el 19 jun. 1623, y m. el 19 ag. 1662. Educado desde la infancia en
un ambiente intelectual intenso -el padre se consagró casi por entero a su
formación, aunque dejándole amplio margen a su propia iniciativa-, hacia los 12
años escribe un tratado de los sonidos y redescubre hasta la proposición 32 de
la geometría euclidiana. Profundiza en la Matemática y en la Física, escribe un
ensayo sobre las secciones cónicas, idea una máquina aritmética y, sin
abandonar la investigación científica, su pensamiento deriva hacia la teología
y la moral.
Su
salud se resiente muy pronto. A los 24 años llega enfermo a París, donde conoce
a Descartes (v.). Su actitud filosófica va a distar mucho de la cartesiana. En
1652 escribe el Discurso sobre las pasiones del amor. En 1654 se agudiza en P.
el tedio respecto del mundo y frecuenta la abadía de Port-Royal (v.), donde se
confía a su hermana, y va imprimiendo a su vida una creciente austeridad: él se
lamenta de una dureza de corazón que no logran ablandar las mortificaciones. La
noche del 23 de noviembre de aquel año es la de su «conversión»: en el memorial
donde registra esta efusión de la gracia subraya el, encuentro, no con el Dios
de los filósofos, sino con el de Abraham, Isaac y Jacob, y con Jesucristo. En
los comienzos del año 1655 se retira a Port-Royal.
El
jansenismo de Port-Royal marca sin duda una etapa en la evolución de aquella
vida filosófica (v. JANSENIO Y JANSENISMO). Su mentalidad científica precoz
había ido trocándose en una profunda preocupación por la problemática humana, y
el clima jansenista en que se desarrolla su crisis religiosa únese a las
huellas que en él habían dejado el Manual de Epicteto (v. ESTOICOS, 3) y los
Ensayos de Montaigne (v.). Huellas, éstas, muy dispares: advierte Guardini que,
si bien P. denuncia la doctrina estoica como orgullosa e inhumana, en el fondo
está combatiendo algo que vive muy arraigado en su interior; en cuanto a los
Ensayos, es interesante ver cómo un mismo pensamiento, al pasar de la mente de
Montaigne a la de P., recibe otro peso y otra hondura, y ofrece una dinámica y
un patetismo nuevos.
viernes, 24 de febrero de 2012
Parábola de los seis sabios ciegos y el elefante
"Seis hindúes sabios, inclinados al estudio,
quisieron saber qué era un elefante. Como eran ciegos, decidieron hacerlo
mediante el tacto. El primero en llegar junto al elefante, chocó contra su
ancho y duro lomo y dijo: «Ya veo, es como una pared». El segundo, palpando el
colmillo, gritó: «Esto es tan agudo, redondo y liso que el elefante es como una
lanza». El tercero tocó la trompa retorcida y gritó: «¡Dios me libre! El
elefante es como una serpiente». El cuarto extendió su mano hasta la rodilla,
palpó en torno y dijo: «Está claro, el elefante es como un árbol». El quinto,
que casualmente tocó una oreja, exclamó: «Aún el más ciego de los hombres se
daría cuenta de que el elefante es como un abanico». El sexto, quien tocó la
oscilante cola, acotó: «El elefante es muy parecido a una soga». Y así, los
sabios discutían largo y tendido, cada uno excesivamente terco y violento en su
propia opinión y, aunque parcialmente en lo cierto, estaban todos equivocados.
miércoles, 28 de septiembre de 2011
miércoles, 11 de mayo de 2011
Idealismo / Realismo
Idealismo platónico de Rafael frente a realismo verosímil de Caravaggio.
Don Quijote frente a Sancho.
lunes, 25 de abril de 2011
Grandes libros
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha / El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha. Novela que contiene el genoma de la literatura universal.
Historia
El alma romana. Pierre Grimal.
Libro breve, pero clarificador para entender el marco existencial de los romanos.
La vida cotidiana en Roma en el apogeo del imperio. Jerome Carcopino.
Quizás un poco pesimista, pero muy documentado para conocer las principales facetas de la vida romana: la familia, los espectáculos, la organización social y laboral…
Mahoma y Carlomagno. Henri Pirenne.
Uno de los principales efectos de la invasión islámica fue el colapso del Mediterráneo. El epicentro “europeo” se desplaza hacia el norte. El Papado se queda sólo (más vale sólo que mal acompañado) y encuentra un apoyo en el imperio carolingio.
¿Qué es la Edad Media? Regine Pernaud.
Ni la Edad Media fue tan oscura, ni el Renacimiento tan luminoso. Reivindicación apasionada de la Edad Media, de su originalidad frente a la imitatio clasicista.
San Francisco de Asís. Chesterton.
Magistral la intuición de que la mirada de San Francisco devolvió la inocencia a la naturaleza.
Santo Tomás de Aquino. Chesterton.
En este libro afirma Chesterton que cada generación es convertida por el santo que más la contradice. La frase merece el libro.
Literatura
La tradición clásica. Gilbert Highet.
Visión de conjunto de la influencia de los autores griegos y romanos en la literatura occidental en sus diversas lenguas. Se pone de manifiesto la fuerza de inspiración que poseen las obras clásicas, aun las mediocres.
Literatura europea y Edad Media latina. Curtius.
La interrelación entre la literatura latina y la expresada en las lenguas europeas es clarificada por un tratado erudito y claro. Imprescindible para la literatura comparada.
El sueño del humanismo. Francisco Rico.
El espíritu de las diversas generaciones de humanistas escrito por un hombre tan erudito como estilista, y un gran conocedor de Petrarca.
La cultura del Renacimiento en Italia. Jacob Burhhart.
Se puede discrepar de él, pero no se puede no leer.
Erasmo y España. Marcel Bataillon.
El biógrafo suele caer en las mallas del biografiado, pero a quien desee conocer el siglo XVI español no le es posible dejar este libro: historia apasionante de esta apasionante centuria.
Cervantes. Jean Canavaggio.
La mejor biografía de Cervantes.
Literatura del siglo XX y cristianismo. Charles Moeller.
Es difícil penetrar mejor en la obra de muchos de los más influyentes escritores del siglo XX.
Poetas españoles contemporáneos. Dámaso Alonso.
Un cronista excepcional de la poesía española contemporánea, por su condición de poeta, crítico y amigo personal de bastantes autores.
Pensamiento
La unidad de la experiencia filosófica. Etienne Gilson.
No se piensa en el vacío. Gilson muestra la estrecha conexión entre ciencias experimentales y filosofía a partir de Descartes.
Ortodoxia. Chesterton.
Libro tan provocador como inteligente: “las herejías son ideas cristianas que se han vuelto locas”.
La rebelión de las masas. José Ortega y Gasset.
El especialista habla de lo que no sabe como si supiera… Fundamental para entender al hombre-masa.
Nostalgia del absoluto. George Steiner.
Necesitamos que un judío agnóstico como Steiner nos recuerde que el marxismo, el psicoanálisis, la antropología cultural y la ufología son mitologías en toda regla.
Carta a los revolucionarios bien pensantes. Acerca del precio y el desprecio de las formas. André Piettre.
Breve tratado que nos advierte que el desmantelamiento de la familia no es producto de un devenir causal.
Preguntas sobre Dios. André Frossard.
Un periodista converso, natural del único pueblo de Francia en que en lugar de iglesia había sinagoga, responde a las preguntas de alumnos franceses (racionalistas) de 18 años.
Consolación de la filosofía. Boecio. Breve tratado con una síntesis apretada de pensamiento grecorromano, en los albores de la Edad Media y escrito por un condenado a muerte a la espera de su ejecución.
El hombre en busca de sentido. Victor Frank. La experiencia en un campo de concentración ayuda a descubrir que por encima de la voluntad de placer o de poder, el hombre posee una voluntad de sentido.
Arte
Historia del arte. Gombrich.
El arte en su contexto. Comprender el arte desde los hombres que lo crearon y su cultura.
Idea: contribución a la historia de la teoría del arte. Erwin Panofsky.
El autor es uno de los más brillantes estudiosos de arte del siglo XX.
miércoles, 20 de abril de 2011
Píramo y Tisbe. Metamorfosis de Ovidio, libro IV. Para II, 18 del Quijote.
Píramo y Tisbe
«Píramo y Tisbe, de los jóvenes el más bello el uno, 55
la otra, de las que el Oriente tuvo, preferida entre las muchachas,
contiguas tuvieron sus casas, donde se dice que
con cerámicos muros ciñó Semíramis su alta ciudad.
El conocimiento y los primeros pasos la vecindad los hizo,
con el tiempo creció el amor; y sus teas también, según derecho, se hubieran unido 60
pero lo vetaron sus padres; lo que no pudieron vetar:
por igual ardían, cautivas sus mentes, ambos.
Cómplice alguno no hay; por gesto y señales hablan,
y mientras más se tapa, tapado más bulle el fuego.
Hendida estaba por una tenue rendija, que ella había producido en otro tiempo, 65
cuando se hacía, la pared común de una y otra casa.
Tal defecto, por nadie a través de siglos largos notado
-¿qué no siente el amor?-, los primeros lo visteis los amantes
y de la voz lo hicisteis camino, y seguras por él
en murmullo mínimo vuestras ternuras atravesar solían. 70
Muchas veces, cuando estaban apostados de aquí Tisbe, Píramo de allí,
y por turnos fuera buscado el anhélito de la boca:
«Envidiosa», decían, «pared, ¿por qué a los amantes te opones?
¿Cuánto era que permitieses que con todo el cuerpo nos uniéramos,
o esto si demasiado es, siquier que, para que besos nos diéramos, te abrieras? 75
Y no somos ingratos: que a ti nosotros debemos confesamos,
el que dado fue el tránsito a nuestras palabras hasta los oídos amigos.
«Píramo y Tisbe, de los jóvenes el más bello el uno, 55
la otra, de las que el Oriente tuvo, preferida entre las muchachas,
contiguas tuvieron sus casas, donde se dice que
con cerámicos muros ciñó Semíramis su alta ciudad.
El conocimiento y los primeros pasos la vecindad los hizo,
con el tiempo creció el amor; y sus teas también, según derecho, se hubieran unido 60
pero lo vetaron sus padres; lo que no pudieron vetar:
por igual ardían, cautivas sus mentes, ambos.
Cómplice alguno no hay; por gesto y señales hablan,
y mientras más se tapa, tapado más bulle el fuego.
Hendida estaba por una tenue rendija, que ella había producido en otro tiempo, 65
cuando se hacía, la pared común de una y otra casa.
Tal defecto, por nadie a través de siglos largos notado
-¿qué no siente el amor?-, los primeros lo visteis los amantes
y de la voz lo hicisteis camino, y seguras por él
en murmullo mínimo vuestras ternuras atravesar solían. 70
Muchas veces, cuando estaban apostados de aquí Tisbe, Píramo de allí,
y por turnos fuera buscado el anhélito de la boca:
«Envidiosa», decían, «pared, ¿por qué a los amantes te opones?
¿Cuánto era que permitieses que con todo el cuerpo nos uniéramos,
o esto si demasiado es, siquier que, para que besos nos diéramos, te abrieras? 75
Y no somos ingratos: que a ti nosotros debemos confesamos,
el que dado fue el tránsito a nuestras palabras hasta los oídos amigos.
lunes, 7 de marzo de 2011
Divina comedia / Purgatorio / Canto 8
Te lucis ante terminum,
rerum Creator, poscimus,
ut solita clementia,
sis praesul ad custodiam.
Procul recedant somnia,
et noctium phantasmata:
hostemque nostrum comprime,
ne polluantur corpora.
Praesta, Pater omnipotens,
per Iesum Christum Dominum,
qui tecum in perpetuum
regnat cum Sancto Spiritu.
Amen.
La existencia de los ángeles, verdad de fe
328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.
Quiénes son los ángeles
329 San Agustín dice respecto a ellos: Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus ("El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel") (Enarratio in Psalmum, 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20).
330 En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf Pío XII, enc. Humani generis: DS 3891) e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10, 9-12).
Cristo "con todos sus ángeles"
331 Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles..." (Mt 25, 31). Le pertenecen porque fueron creados por y para Él: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por Él y para Él" (Col 1, 16). Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?" (Hb 1, 14).
332 Desde la creación (cf Jb 38, 7, donde los ángeles son llamados "hijos de Dios") y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (cf Gn 3, 24), protegen a Lot (cf Gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf Gn 21, 17), detienen la mano de Abraham (cf Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf Hch 7,53), conducen el pueblo de Dios (cf Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos (cf Jc 13) y vocaciones (cf Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf 1 R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el del mismo Jesús (cf Lc 1, 11.26).
333 De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: "adórenle todos los ángeles de Dios"» (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios..." (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús (cf Mt 1, 20; 2, 13.19), le sirven en el desierto (cf Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía (cf Lc 22, 43), cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (cf Mt 26, 53) como en otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los ángeles quienes "evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la Resurrección (cf Mc 16, 5-7) de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles (cf Hb 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (cf Mt 13, 41; 25, 31 ; Lc 12, 8-9).
Los ángeles en la vida de la Iglesia
334 De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (cf Hch 5, 18-20; 8, 26-29; 10, 3-8; 12, 6-11; 27, 23-25).
335 En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (cf Misal Romano, "Sanctus"); invoca su asistencia (así en el «Supplices te rogamus...» [«Te pedimos humildemente...»] del Canon romano o el «In Paradisum deducant te angeli...» [«Al Paraíso te lleven los ángeles...»] de la liturgia de difuntos, o también en el "himno querúbico" de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios).
336 Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) hasta la muerte (cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida" (San Basilio Magno, Adversus Eunomium, 3, 1: PG 29, 656B). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.
¿Qué son las tres antorchas y las cuatro estrellas?
¿Qué son las tres antorchas y las cuatro estrellas?
Divina comedia / Purgatorio / Canto 6
¿Cuál es el motor de las penas del purgatorio?
Comparar el lamento por Italia de Dante con el elogio de Italia de Virgilio: Georgicas II, 136-176. (Traducción: Eugenio de Ochoa).
Pero ni las selvas de los medos, riquísima tierra, ni el hermoso Ganges, ni el Hermo que enturbian sus arenas de oro, disputen loores a Italia, ni la Bactriana, ni la India, ni la Pancaia entera, abundante en arenas, que arrastran incienso. Nunca revolvieron estas tierras toros de ígneo aliento, sembrados en ellas los dientes de una horrenda hidra, ni las erizó una mies de guerreros con yelmos y apretadas lanzas; pero están llenas de fecundos trigos y del másico humor de Baco, poseen olivos y pingües ganados. De aquí se lanza por los campos el guerreador caballo con la frente erguida; muchas veces desde aquí, ¡oh Clitumno!, blancas reses y el toro, la mayor de las víctimas, esparcidos por las márgenes de tu sagrado río, condujeron a los templos de los dioses los triunfos romanos. Aquí la primavera es continua, y hasta el invierno es un verano; dos veces al año hay crías nuevas; los árboles dan dos cosechas. No habitan aquí rabiosos tigres ni la raza feroz de los leones, ni hay venenos que engañen a los míseros que van a coger hierbas, ni la escamosa serpiente arrastra por el suelo sus inmensas roscas, ni se recoge en larga espiral. Añade a esto tantas egregias ciudades, el gran trabajo de las obras, tantas fortalezas fabricadas por la mano del hombre en las escarpadas rocas y los grandes ríos que se deslizan al pie de nuestros antiguos muros. ¿Haré memoria de los dos mares que nos rodean, uno al Oriente, otro al Ocaso, y de vosotros, grandes lagos, ¡oh Laro y oh Benaco!, que te agitas con oleadas y estrépito propios de un mar? ¿Recordaré los puertos y diques del lago Lucrino, y el agua que ruge indignada con grandes clamores, allí donde las ondas del puerto Julio atruenan a lo lejos el rechazado Ponto, y donde el mar Tirreno se precipita en los estrechos del Averno? También esta tierra muestra en sus venas ríos de plata y cobre, y arrastra raudales de oro; cría un indomable linaje de hombres, los Marsos, la juventud Sabélica, los Ligures sufridos y los Volscos armados de dardos; produce los Decios, los Marios y los grandes Camilos; los Escipiones, duros guerreros, y te produjo a ti, ¡oh Cesar, más grande que todos ellos; a ti, que vencedor ya ahora en los últimos términos del Asia, apartas de los romanos campamentos al indio imbele...! ¡Salve, tierra de Saturno, gran madre de ricas mieses, gran madre de héroes!; por ti acometo renovar el antiguo loor de la agricultura, por ti oso abrir las sagradas fuentes y cantar a las ciudades romanas los versos del poeta Ascreo.
¿Qué parte del imperio es Italia, según Dante?
Comparar el lamento por Italia de Dante con el elogio de Italia de Virgilio: Georgicas II, 136-176. (Traducción: Eugenio de Ochoa).
Pero ni las selvas de los medos, riquísima tierra, ni el hermoso Ganges, ni el Hermo que enturbian sus arenas de oro, disputen loores a Italia, ni la Bactriana, ni la India, ni la Pancaia entera, abundante en arenas, que arrastran incienso. Nunca revolvieron estas tierras toros de ígneo aliento, sembrados en ellas los dientes de una horrenda hidra, ni las erizó una mies de guerreros con yelmos y apretadas lanzas; pero están llenas de fecundos trigos y del másico humor de Baco, poseen olivos y pingües ganados. De aquí se lanza por los campos el guerreador caballo con la frente erguida; muchas veces desde aquí, ¡oh Clitumno!, blancas reses y el toro, la mayor de las víctimas, esparcidos por las márgenes de tu sagrado río, condujeron a los templos de los dioses los triunfos romanos. Aquí la primavera es continua, y hasta el invierno es un verano; dos veces al año hay crías nuevas; los árboles dan dos cosechas. No habitan aquí rabiosos tigres ni la raza feroz de los leones, ni hay venenos que engañen a los míseros que van a coger hierbas, ni la escamosa serpiente arrastra por el suelo sus inmensas roscas, ni se recoge en larga espiral. Añade a esto tantas egregias ciudades, el gran trabajo de las obras, tantas fortalezas fabricadas por la mano del hombre en las escarpadas rocas y los grandes ríos que se deslizan al pie de nuestros antiguos muros. ¿Haré memoria de los dos mares que nos rodean, uno al Oriente, otro al Ocaso, y de vosotros, grandes lagos, ¡oh Laro y oh Benaco!, que te agitas con oleadas y estrépito propios de un mar? ¿Recordaré los puertos y diques del lago Lucrino, y el agua que ruge indignada con grandes clamores, allí donde las ondas del puerto Julio atruenan a lo lejos el rechazado Ponto, y donde el mar Tirreno se precipita en los estrechos del Averno? También esta tierra muestra en sus venas ríos de plata y cobre, y arrastra raudales de oro; cría un indomable linaje de hombres, los Marsos, la juventud Sabélica, los Ligures sufridos y los Volscos armados de dardos; produce los Decios, los Marios y los grandes Camilos; los Escipiones, duros guerreros, y te produjo a ti, ¡oh Cesar, más grande que todos ellos; a ti, que vencedor ya ahora en los últimos términos del Asia, apartas de los romanos campamentos al indio imbele...! ¡Salve, tierra de Saturno, gran madre de ricas mieses, gran madre de héroes!; por ti acometo renovar el antiguo loor de la agricultura, por ti oso abrir las sagradas fuentes y cantar a las ciudades romanas los versos del poeta Ascreo.
¿Qué parte del imperio es Italia, según Dante?
Divina comedia / Purgatorio / Canto 5
versos 10-18: ¿Qué actitud está inculcando aquí Virgilio en Dante?
verso 24:
verso 24:
SALMO 51
1 Del maestro de coro. Salmo de David.
2 Cuando el profeta Natán lo visitó, después que aquel se había unido a Betsabé.
3 ¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
4 ¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!
5 Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
6 Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.
Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable;
7 yo soy culpable desde que nací;
pecador me concibió mi madre.
8 Tú amas la sinceridad del corazón
y me enseñas la sabiduría en mi interior.
9 Purifícame con el hisopo y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
10 Anúnciame el gozo y la alegría:
que se alegren los huesos quebrantados.
11 Aparta tu vista de mis pecados
y borra todas mis culpas.
12 Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
13 No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.
14 Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:
15 yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti.
16 ¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,
y mi lengua anunciará tu justicia!
17 Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.
18 Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
19 mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.
20 Trata bien a Sión por tu bondad;
reconstruye los muros de Jerusalén,
21 Entonces aceptarás los sacrificios rituales
–las oblaciones y los holocaustos–
y se ofrecerán novillos en tu altar.
verso 57: ¿Qué tipo de pena es esta del purgatorio?
verso 75: Antenor. Eneida I,Anténor, escapando de entre los aqueos, pudo llegar
a los golfos de Iliria y entrar a salvo en el reino
de los liburnos y superar las fuentes del Timavo,
de donde entre el vasto rugido de los montes por nueve bocas 245
baja mar desatado y golpea los campos con sonoro piélago.
Pudo por fin fundar la ciudad de Pátavo y las sedes
de los teucros y dio un nombre a su pueblo y de Troya las armas
clavó; ahora descansa acomodado en plácido reposo.
domingo, 6 de marzo de 2011
Divina comedia / Purgatorio / Canto 1
1 Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves —cumplíase la voluntad de Zeus—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.
1 Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos en su navegación por el Ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus compañeros a la patria. Mas ni aun así pudo librarlos, como deseaba, y todos perecieron por sus propias locuras. ¡Insensatos! Comiéronse las vacas de Helios, hijo de Hiperión; el cual no permitió que les llegara el día del regreso. ¡Oh diosa, hija de Zeus!, cuéntanos aunque no sea más que una parte de tales cosas.
Comencemos nuestro canto por las Musas Heliconíadas, que habitan la montaña grande y divina del Helicón. Con sus pies delicados danzan en torno a una fuente de violáceos reflejos y al altar del muy poderoso Cronión. Después de lavar su piel suave en las aguas del Permeso, en la Fuente del Caballo o en el divino Olmeo, forman bellos y deliciosos coros en la cumbre del Helicón y se cimbrean vivamente sobre sus pies. Partiendo de allí, envueltas en densa niebla marchan al abrigo de la noche, lanzando al viento su maravillosa voz, con himnos a Zeus portador de la égida, a la augusta Hera argiva calzada con doradas sandalias, a la hija de Zeus portador de la égida, Atenea de ojos glaucos, a Febo Apolo y a la asaeteadora Ártemis, a Poseidón que abarca y sacude la tierra, a la venerable Temis, a Afrodita de ojos vivos, a Hebe de áurea corona, a la bella Dione a Eos al alto Helios y a la brillante Selene, a Leto, a Jápeto, a Cronos de retorcida mente, a Gea, al espacioso Océano, a la negra Noche y a la restante estirpe sagrada de sempiternos Inmortales. Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesíodo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón. Este mensaje a mi en primer lugar me dirigieron las diosas, las Musas Olímpicas, hijas de Zeus portador de la égida: "¡Pastores del campo, triste oprobio, vientres tan solo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad." Así dijeron las hijas bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron un cetro después de cortar una admirable rama de florido laurel. Me infundieron voz divina para celebrar el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos y cantarles siempre a ellas mismas al principio y al final. Mas, ¿a qué me detengo con esto en torno a la encina o la roca?
Canto las armas y a ese hombre que de las costas de Troya
llegó el primero a Italia prófugo por el hado y a las playas
lavinias, sacudido por mar y por tierra por la violencia
de los dioses a causa de la ira obstinada de la cruel Juno,
tras mucho sufrir también en la guerra, hasta que fundó la ciudad
y trajo sus dioses al Lacio; de ahí el pueblo latino
y los padres albanos y de la alta Roma las murallas.
Cuéntame, Musa, las causas; ofendido qué numen
o dolida por qué la reina de los dioses a sufrir tantas penas
empujó a un hombre de insigne piedad, a hacer frente
a tanta fatiga. ¿Tan grande es la ira del corazón de los dioses?
Divina comedia / Purgatorio / Canto 2
III. La purificación final o purgatorio
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:
«Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).
1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:
«Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).
miércoles, 2 de marzo de 2011
Divina comedia / Infierno / Canto 29
La peste de Egina | ||||
Éaco gimió hondo y con triste voz así hablando: | ||||
«A un luctuoso principio una mejor fortuna ha seguido. | ||||
Ésta ojalá pudiera a vosotros remembraros sin aquél. | 520 | |||
Por su orden ahora lo recordaré y para no con un largo rodeo deteneros: | ||||
huesos y cenizas yacen los que con memorativa mente echas de menos, | ||||
y cuánta parte, ellos, del estado mío, perecieron. | ||||
Una siniestra peste por la ira injusta de Juno sobre estos pueblos | ||||
cayó, al odiar ella, dichas por su rival, estas tierras. | 525 | |||
Mientras pareció mortal la desgracia y de tan gran calamidad | ||||
se escondía la causa dañina, combatióse con el arte médica; | ||||
la perdición superaba al remedio, que vencido yacía. | ||||
Al principio el cielo una espesa bruma sobre las tierras | ||||
puso y unos perezosos ardores encerró entre esas nubes, | 530 | |||
y mientras cuatro veces juntando sus cuernos completó su círculo | ||||
la Luna, cuatro veces su pleno círculo, atenuándose, destejió, | ||||
con mortíferos ardores soplaron los calientes austros. | ||||
Consta que también hasta los manantiales el daño llegó, y los lagos, | ||||
y muchos miles de serpientes por los incultivados campos | 535 | |||
vagaron y con sus venenos los ríos profanaron. | ||||
En el estrago de los perros primero, y de las aves y ovejas y bueyes | ||||
y entre las fieras, de la súbita enfermedad se captó la potencia. | ||||
De que caigan el infeliz labrador se maravilla, vigorosos, | ||||
entre la labor, los toros, y en mitad se tumben del surco. | 540 | |||
De las lanadas greyes, balidos dando dolientes, | ||||
por sí mismas las lanas caen y sus cuerpos se consumen. | ||||
El acre caballo un día y de gran fama en el polvo, | ||||
desmerece de sus palmas, y de sus viejos honores olvidado | ||||
junto al pesebre gime a punto de morir de enfermedad inerte; | 545 | |||
no el jabalí de su ira se acuerda, no de confiar en su carrera | ||||
la cierva, ni contra los fuertes ganados de correr los osos. | ||||
Todo el languor lo posee y en las espesuras y campos y caminos | ||||
cuerpos feos yacen y vician con sus olores las auras. | ||||
Maravillas diré: no los perros y las ávidas aves, | 550 | |||
no los canos lobos a ellos los tocaron; caídos se licuecen | ||||
y con su aflato dañan y llevan sus contagios a lo ancho. | ||||
«Llega a los pobres colonos con daño más grave | ||||
la peste y en las murallas señorea de la gran ciudad. | ||||
Las vísceras se queman a lo primero, y de la llama escondida | 555 | |||
indicio el rubor es y el producido anhélito. | ||||
Áspera la lengua se hincha, y por esos tibios vientos árida | ||||
la boca se abre, y auras graves se reciben por la comisura. | ||||
No la cama, no ropas soportarse algunas pueden, | ||||
sino en la dura tierra ponen sus torsos, y no se vuelve | 560 | |||
el cuerpo de la tierra helado, sino la tierra de ese cuerpo hierve, | ||||
y moderador no hay, y entre los mismos que la medican salvaje | ||||
irrumpe la calamidad, y en contra están de sus autores sus artes. | ||||
Cuanto más cercano alguien está y sirve más fielmente a un enfermo, | ||||
al partido de la muerte más pronto llega, y cuando de salvación | 565 | |||
la esperanza se ha ido y el fin ven en el funeral de la enfermedad, | ||||
ceden a sus ánimos y ninguna por qué sea útil su preocupación es, | ||||
pues útil nada es. Por todos lados, dejado el pudor, | ||||
a los manantiales y ríos y pozos espaciosos se aferran | ||||
y no la sed es extinguida antes que su vida al beber; | 570 | |||
de ahí, pesados, muchos no pueden levantarse y dentro de las mismas | ||||
aguas mueren; alguno aun así toma también de ellas. | ||||
Y, tan grande es para los desgraciados el hastío del odiado lecho, | ||||
de él saltan, o si les prohíben sostenerse sus fuerzas, | ||||
sus cuerpos ruedan a tierra y huye de los penates | 575 | |||
cada uno suyos, y a cada uno su casa funesta le parece, | ||||
y puesto que la causa está oculta, su lugar pequeño está bajo acusación. | ||||
Medio muertos errar por las calles, mientras estar de pie podían, | ||||
los vieras, llorando a otros y en tierra yacentes | ||||
y sus agotadas luces volviendo en su supremo movimiento, | 580 | |||
y sus miembros a las estrellas tienden del suspendido cielo, | ||||
por aquí y allá, donde la muerte los sorprendiera, expirando. | ||||
Cuánto yo entonces ánimo tuve, o cuánto debí de tener, | ||||
que la vida odiara y deseara parte ser de los míos. | ||||
Adonde quiera que la mirada de mis ojos se volvía, por allí | 585 | |||
gente había tendida, como cuando las pútridas frutas | ||||
caen al moverse sus ramas y al agitarse su encina las bellotas. | ||||
Unos templos ves enfrente, sublimes con sus peldaños largos | ||||
-Júpiter los tiene-: ¿quién no a los altares esos | ||||
defraudados inciensos dio? ¿Cuántas veces por un cónyuge su cónyuge, | 590 | |||
por su nacido el genitor, mientras palabras suplicantes dice, | ||||
en esas no exorables aras su vida terminó, | ||||
y en su mano del incienso parte, no consumida, encontrada fue? | ||||
¿Llevados cuántas veces a los templos, mientras los votos el sacerdote | ||||
concibe y derrama puro entre sus cuernos vino, | 595 | |||
de una no esperada herida cayeron los toros? | ||||
Yo mismo, sus sacrificios a Júpiter por mí, mi patria y mis tres | ||||
nacidos cuando hacía, mugidos siniestros la víctima | ||||
dejó escapar, y, súbitamente derrumbándose sin golpes algunos, | ||||
de su exigua sangre tiñó, puestos bajo ella, los cuchillos. | 600 | |||
Sus entrañas también enfermas las señas de la verdad y las advertencias de los dioses | ||||
habían perdido: tristes penetran hasta las vísceras las enfermedades. | ||||
Delante de los sagrados postes vi arrojados cadáveres, | ||||
delante de las mismas -para que la muerte trajera más inquina- aras. | ||||
Parte su aliento con el lazo cierran y de la muerte el temor | 605 | |||
con la muerte ahuyentan y voluntariamente llaman a unos hados que se acercan. | ||||
Los cuerpos enviados a la muerte en ningún funeral, como de costumbre, | ||||
se llevan, pues tampoco abarcaban los funerales las puertas; | ||||
o no sepultados pesan sobre las tierras o son dados a las altas | ||||
piras, no dotados. Y ya reverencia ninguna hay | 610 | |||
y acerca de las piras pelean y en ajenos fuegos arden. | ||||
Quienes les lloren no hay, y no lloradas vagan | ||||
de los nacidos y hombres las ánimas, y de jóvenes y viejos, | ||||
y ni lugar para los túmulos, ni bastante árbol hay para los fuegos. | ||||
Atónito por tan gran torbellino de desgraciadas cosas: | 615 | |||
«Júpiter, oh», dije, «si que tú, relatos no falsos | ||||
cuentan, a los abrazos de Egina, la Esópide, fuiste, | ||||
ni tú, gran padre, nuestro padre te avergüenzas de ser, | ||||
o a mí devuelve a los míos, o a mí también guárdame en el sepulcro». | ||||
Él una señal con el relámpago dio, y el trueno siguiente. | 620 | |||
«Los acojo y sean éstos, te ruego, felices signos | ||||
de la mente tuya», dije; «el presagio que me das tomo por prenda». | ||||
Por acaso había allí junto, de anchurosas ramas ralísima, | ||||
consagrada a Júpiter, una encina de simiente de Dodona. | ||||
Aquí nos unas recolectoras observamos, en fila larga, | 625 | |||
una gran carga en su exigua boca, unas hormigas, llevando, | ||||
que por la rugosa corteza preservaban su calle. | ||||
Mientras su número admiro: «Otros tantos, padre óptimo», dije, | ||||
«tú a mí dame, y estas vacías murallas suple». | ||||
Se estremeció y, sus ramas moviéndose sin brisa, un sonido | 630 | |||
la alta encina dio: de pavoroso temor el cuerpo mío | ||||
se estremeció y erizado tenía el pelo; aun así, besos a la tierra | ||||
y a los robles di, y que yo tenía esperanzas no confesaba; | ||||
tenía esperanzas, aun así, y con mi ánimo mis votos alentaba. | ||||
La noche llega y, hostigados por las inquietudes, de los cuerpos el sueño | 635 | |||
se apodera: ante mis ojos la misma encina a mí que estaba, | ||||
y que prometía lo mismo, y los mismos animales en las ramas | ||||
suyas llevaba, me pareció, y que parejamente temblaba con aquel movimiento, | ||||
y que la recolectora fila esparcía en sus subyacentes campos; | ||||
que crece de súbito, y mayor y mayor parece, | 640 | |||
y se levanta en la tierra y en un recto tronco se asienta | ||||
y su delgadez y su número de pies y negro color | ||||
depone y que la humana forma a su miembros introduce. | ||||
El sueño se va. Condeno despierto mis propias visiones y me lamento | ||||
de que en los altísimos de ayuda no haya nada; mas en las estancias un ingente | 645 | |||
murmullo había y voces de hombres oír me parecía, | ||||
ya para mí desacostumbradas. Mientras sospecho que ellas también del sueño | ||||
son, viene Telamón presto y, abriéndose las puertas: | ||||
«Que la esperanza y la fe, padre», dijo, «cosas mayores verás. | ||||
Sal». Salgo y, cuales en la imagen del sueño | 650 | |||
me pareció haber visto unos hombres, por su orden tales | ||||
los contemplo y reconozco: se acercan y a su rey saludan. | ||||
Mis votos a Júpiter cumplo y a estos pueblos recientes la ciudad | ||||
reparto y, vacíos de sus primitivos cultivadores, los campos, | ||||
y mirmidones los llamo, y de su origen sus nombres no privo. | 655 | |||
Sus cuerpos has visto; sus costumbres, las que antes tenían, | ||||
ahora también tienen: parca su raza es y sufridora de fatigas | ||||
y de su ganancia tenaz y que lo ganado conserve. | ||||
Éstos a ti a tus guerras, parejos en años y ánimos, te seguirán, | ||||
tan pronto como el que a ti felizmente te ha traído, el euro» | 660 | |||
-pues el euro le había traído- «háyase mutado en austros». |
Divina Comedia / Infierno / Canto XXV
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