domingo, 31 de octubre de 2010

El Código Dan Brown


Dan Brown ha escrito un alegato, a petición del tribunal que estudia la demanda por plagio contra "El Código Da Vinci", en el que revela cómo escribe sus libros. Bryan Curtis ("Slate", 22 marzo 2006) comenta con ironía el alegato de Brown.

La comparecencia del autor de "El Código Da Vinci" ante un tribunal de Londres no ha pasado inadvertida a la prensa inglesa. El escritor compareció hace unos días como testigo en el proceso –la demanda se dirige contra la editorial Random House– para hacer frente a las acusaciones de plagio que le imputan los autores del libro "Hooly Blood, Hooly Grail" (en español, "El enigma sagrado").

La semana pasada, "The Times" y otros periódicos ingleses dieron a conocer un documento presentado en diciembre por Dan Brown ante ese mismo tribunal. El documento, de 69 páginas, es un alegato en el que el escritor norteamericano revela las claves de su obra.

El columnista Bryan Curtis, que ya ha leído el texto, no ha dudado en calificarlo como "el mejor thriller" de Dan Brown. "A primera vista, el documento presenta los rasgos típicos de una novela de Dan Brown. Está troceado en capítulos entrecortados; el lenguaje es forzado (‘Literalmente, me desperté una mañana y decidí escribir un thriller que hurgara en la Agencia Nacional de Seguridad’); y su héroe es un hombre corriente al que le acechan fuerzas malvadas que él no comprende". Sin embargo, la lectura completa del texto revela cosas sorprendentes.

Sorprendente es, dice Curtis, la trayectoria literaria de Dan Brown. "Formado en Amherst y en la Academia Phillips Exeter, Brown tuvo un despertar literario poco común. No siguió el camino habitual: pulular por una librería, tropezarse con un Hemingway o un Flaubert, y decidir ahí mismo convertirse en un escritor". Brown, por el contrario, tomó esa decisión tras leer un libro de Sidney Sheldon, "The Doomsday Conspiracy" ("La conspiración del Juicio Final") durante unas vacaciones en Tahití. La lectura de ese libro supuso una convulsión profunda en el escritor. "La vida –explica Brown– parecía querer decirme algo". "Empecé a sospechar que, quizá algún día, yo también podría escribir un thriller como ese".

Brown hace un esfuerzo para saber qué es lo que hace que sus novelas triunfen. "Ha descubierto que hacen falta tres elementos esenciales: una especie de fuerza oculta, como una sociedad secreta o una agencia del gobierno; una ‘gran idea’ que contiene un fondo moral ‘gris’; y un tesoro. Los tesoros en las cuatro novelas de Dan Brown han sido un meteorito, la antimateria, un anillo de oro y el Santo Grial. Las fuerzas oscuras incluyen al Priorato de Sión, el Opus Dei y la Agencia Nacional de Seguridad. La gran idea, si entiendo correctamente lo que parece que está diciendo, sería algo como esto: ¿Es el Vaticano bueno... o malo?, ¿está con nosotros la Agencia de Seguridad Nacional... o contra nosotros?" La mezcla de los tres elementos da lugar a un cóctel explosivo.

Brown aclara también algunos secretos del proceso de creación que ha escogido para escribir sus obras. "Todas mis novelas están pensadas en 24 horas". "Mi secreto preferido –escribe Curtis– es la idea de Brown sobre ‘el thriller como conferencia académica’. El truco consiste en crear tus propios expertos; en el mundo de Brown, serían los expertos en símbolos, los criptógrafos y compañía. Luego les pones al lado de algún experto en otra disciplina que suelta una lección magistral, en la que de paso queda claro todo lo que has tenido que investigar para hacer tu novela".

Quienes sienten curiosidad por saber de dónde saca Brown los nombres de sus protagonistas, encontrarán pistas en el documento. Pero aquí la cosa es mucho más sencilla; nada de conspiraciones ni de fuerzas ocultas. Refiriéndose a Robert Langdon –el célebre protagonista de "El Código Da Vinci" y de "Ángeles y Demonios"– confiesa Brown: "Pensé que era un nombre fantástico. Suena muy parecido a New England y me encantan los apellidos con dos sílabas..."

Otro dato curioso del que se entera uno al leer el alegato de Brown es que su padre le escondía los regalos el día de Navidad, mientras el joven Dan tenía que buscarlos con un mapa del tesoro; o también que, en el colegio, quedó profundamente marcado por una descripción que hizo un profesor de la Piedad de Miguel Ángel. "Este documento –concluye Curtis– es el renacer de un novelista mediocre. Por primera vez en su vida, Dan Brown ha intentado hacer literatura".

miércoles, 27 de octubre de 2010

La caída de los gigantes, la nueva novela de Ken Follett

Firmado por Adolfo Torrecilla
gigantesPI

El escritor galés Ken Follett (Cardiff, 1945) ha escrito veintiséis novelas, de las que ha vendido más de cien millones de ejemplares en todo el mundo. Sólo en España, sus novelas más conocidas, Los pilares de la tierra y Un mundo sin fin, su continuación, han vendido siete millones de ejemplares. Se trata de uno de los escritores que mejor representan el fenómeno internacional del best-seller; incluso su agente literario, Albert Zuckerman, tomó como ejemplo algunas de sus novelas para su libro Cómo escribir un best-seller.

Maestro del best-seller

Sus novelas responden a ese modelo ideal de lo que es la literatura comercial y de consumo: ritmo veloz, ingredientes actuales muy dosificados, mucha intriga y acción, personajes estereotipados, moral políticamente correcta, técnica realista y un estilo eficaz. Además, son novelas prefabricadas para unos lectores que buscan en la ficción una larga historia con un argumento que enganche y sin muchas complicaciones ni estilísticas, ni literarias, ni filosóficas, ni de nada.

Hay un buen trabajo de documentación, pero lo más débil es el tratamiento literario

En el caso de Follett la fórmula le ha dado muy buenos resultados y ha conseguido que cada nueva novela suya se convierte en un fenómeno planetario. Lo mismo ha sucedido con La caída de los gigantes (1), que ha tenido en las pasadas semanas un lanzamiento mundial, con la presencia del autor en todos los medios de comunicación. En España, consciente de su tirón y del influjo en el mercado hispanoamericano, presentó personalmente el libro el pasado 20 de octubre.

Una trilogía sobre el siglo XX

La caída de los dioses es la primera parte de una trilogía, The Century, que abordará los principales acontecimientos históricos del siglo XX. Con palabras de autor, “tras la gran acogida de Los pilares de la tierra y Un Mundo sin Fin, quería crear otra historia que tuviera el mismo encanto para mis lectores. Por eso, decidí escribir sobre el siglo XX y retratar a los europeos y a los americanos que vivieron aquella época tan emocionante y, a la vez, tan violenta de la historia de la humanidad”.

La primera parte, La caída de los gigantes, está dedicada a la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa; la segunda tratará sobre la Segunda Guerra Mundial y la tercera sobre la Guerra Fría. Follet narra los destinos entrelazados de tres generaciones de cinco familias a lo largo del siglo XX.

En determinados momentos la novela cae de lleno en el maniqueísmo y en la reiteración de tópicos

La novela comienza con los Williams, una familia de mineros de Gales que trabaja en unas durísimas condiciones. El padre, David, líder del sindicato local, se enfrenta a los dueños de la mina, insensibles a la vida de los mineros. El propietario de la mina es el conde Fitzherbert, cuya familia protagoniza otro de los hilos conductores de esta narración, que salpica también al destino de los hijos de David, Billy y Ethel. El conde representa la fuerza social de los valores aristocráticos y la defensa de un mundo que no quiere perder sus privilegios, aunque su hermana, Lady Maud, se convierta en una de las apasionadas defensoras del sufragio femenino, otro de los temas de esta novela. Tanto Lady Maud como su hermano se relacionan con los Ulrich, Walter y Robert, una familia de aristócratas alemanes que viven en Londres y que trabajan como espías para el gobierno alemán.

Las otras familias que protagonizan esta saga son los Dewar, miembros de la alta sociedad estadounidense, y los hermanos Lev y Grigori Kostin, rusos, que son un ejemplo de la vida de los exiliados rusos en Estados Unidos (es el caso de Lev) y del alcance de la Revolución en la propia Rusia (Grigori vive de cerca todos los pasos que se dan hasta la instauración de la dictadura comunista).

Una verosímil ambientación

Follett se explaya a gusto sobre las cuestiones políticas que provocan la Primera Guerra Mundial y las larguísimas negociaciones diplomáticas que los diferentes gobiernos implicados ponen en marcha para evitar la contienda. También sobre el proceso de cambio que vive Rusia tras la caída del zar. Y sobre el desarrollo y final de la Guerra, con las negociaciones que llevaron al Tratado de Versalles. Como muchos de los protagonistas de la novela están dedicados directa o indirectamente a la política, todos estos movimientos se describen con una morosidad que frena en ocasiones la acción de la novela.

Follett se ha documentado bien en todo lo que se refiere a las cuestiones históricas, políticas y militares. En este sentido, intenta sintetizar los hechos principales, metiendo a sus protagonistas como actores de algunos de estos importantes sucesos.

Mucha trampa

Pero... estamos ante un best-seller. A todos estos sucesos hay que ponerles reconocibles rostros humanos, aunque esto condicione el desarrollo argumental y, para que todo cuadre, provoque casualidades a veces ridículas y momentos inverosímiles, como el encuentro en un campo de batalla francés en un parón de la contienda durante la fiesta de la Navidad entre dos de los protagonistas, el conde Fitzherbert y Walter von Ulrich, ahora enemigos, o el reencuentro entre Lev y Gus Dewar a propósito de una huelga en una empresa de Buffalo.

Follett lleva a sus personajes de acá para allá con el fin de que los grandes hechos históricos, que son el fondo de la novela, se encarnen en las vidas de estas personas. Hacer esto bien, sin que se note la trampa, no es cuestión fácil. Y se nota la trampa.

Desde el punto de vista literario, la novela transcurre por un camino muy trillado, pero eficaz, como las anteriores obras del autor. Follett se dedica a narrar con pericia, pero sin muchas florituras ni complicaciones (que sus lectores no soportarían). Para avanzar en la narración utiliza la rapidez que proporcionan los diálogos, que le permiten resumir muchos hechos. En este sentido, las conversaciones entre los principales protagonistas pasan sin transición de las cuestiones domésticas y cotidianas a la política internacional. Que nadie busque grandes comentarios, reflexiones, frases, ideas de fondo, sugerencias... La novela avanza con un realismo a ras de suelo, con unas descripciones generalistas y triviales y unas escenas que, como la categoría de los personajes, caen fácilmente en el estereotipo.

No falta la moralina

Pero, insisto -conviene no olvidarlo-, estamos ante un best-seller. Y tan importante es el contexto político y social de los personajes como su vida íntima. Aquí la novela patina hasta límites en ocasiones ridículos, como los que protagoniza el ruso exiliado Lev. En cualquier otra novela, los encuentros amorosos y sexuales entre algunas parejas se detienen cuando el relato de estas intimidades no aporta nada al desarrollo de la trama. Aquí no. Como si se tratase de algo que hay que meter como sea, las escenas eróticas aparecen de vez en cuando, como un ingrediente más, a veces con un lenguaje demasiado explícito.

En este sentido, toda la novela transmite un mensaje moral que también se manifiesta en el tratamiento de los personajes, en la toma de partido por diferentes cuestiones, en la relevancia que da al ingrediente erótico y en la abierta crítica a la religión (por supuesto, Follett saca a relucir casos de abusos sexuales y de pederastia). Esta toma de partido hace que la novela, en determinados momentos, caiga de lleno en el maniqueísmo y en la reiteración de tópicos, además de no esquivar el melodrama, presente especialmente en las historias amorosas que se cruzan en la novela con destinos muy dispares.

Sin brillo literario

Como buen estratega, Follett da a estos ingredientes más polémicos una dosificada misión en el conjunto de la novela, sin que ninguno adquiera un desmedido protagonismo. Lo más débil de la novela es el tratamiento literario de todo lo que cuenta.

Hay, es justo reconocerlo, un buen trabajo de documentación y de disposición de los elementos en la trama con el fin de conseguir una novela ligera que atrape por los hechos que se narran. Sin embargo, nada de lo que se cuenta consigue destacar ni brillar. Tampoco se identifica uno con los personajes, como sí sucede con los grandes escritores, ya que en el caso de Follett no parecen ser buenos termómetros de los vaivenes de la condición humana, sino herramientas que cumplen con su función de facilitar la variedad de la trama y la acción.

No hay, pues, estilo, que es lo que mejor define a un escritor que pretenda explorar nuevos caminos. Por el contrario, en La caída de los gigantes encontramos un homenaje al papel del best-seller en la historia de la literatura.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Una comedia ligera


Autor: Eduardo Mendoza

Eduardo Mendoza

Seix Barral. Barcelona (1996). 383 págs. 2.500 ptas.

Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943), quizá el narrador más sólido de la novela española actual, concluye con esta obra el ciclo sobre su ciudad natal que inició en La verdad sobre el caso Savolta (1975) y continuó en La ciudad de los prodigios (1986). En las tres novelas Mendoza combina con singular maestría el contexto histórico y costumbrista con un argumento donde la intriga policial ocupa un importante lugar. Una comedia ligera, situada en 1948, refleja sobre todo el mundo del teatro y de la burguesía catalana, aunque también describe esporádicamente ambientes marginales de Barcelona.

La novela confirma la facilidad de Mendoza para recrear ambientes, lenguajes y episodios costumbristas, aunque en ocasiones se deje llevar por el tópico, y algunos personajes aparezcan apergaminados, sin vida, utilizados por el autor para encarnar una serie de estereotipos: es el caso, por ejemplo, de la descripción del encuentro que el protagonista mantiene con un jesuita -donde se manipula y exagera la retórica religiosa- y también de algunos rasgos paródicos de un jerarca franquista.

Carlos Prullàs es un exitoso autor de vodeviles cómicos para el entretenimiento de la burguesía. Lleva una vida acomodada gracias a los ingresos de sus obras de teatro y a las rentas de la fortuna de su mujer, hija de un empresario catalán. En el verano de 1948, mientras su mujer y sus hijos veranean en la playa, Prullàs asiste a los ensayos de su última comedia y se dedica a fomentar escarceos amorosos, que le acabarán complicando la existencia. De pronto, su propia vida se convierte en un argumento de sus comedias: se ve envuelto en un crimen donde aparece como único sospechoso, y sus frívolas relaciones amorosas ponen en peligro su respetabilidad.

Una comedia ligera demuestra con creces las habilidades narrativas de Eduardo Mendoza, un realismo distante traspasado por un ingenioso sentido del humor. Sin embargo, a medida que la intriga policial se apodera del argumento, y el autor deja en segundo término la descripción de aquellos años, la novela decae, aunque vuelve a levantar el vuelo con un final que sirve como imagen de toda una generación. Para Prullàs, el verano de 1948 será el último verano de su juventud, un verano que sepulta sus escarceos artísticos y le lleva a adoptar una escala de valores incompatibles con la vida bohemia y libertina.

Adolfo Torrecilla

aceprensa.com

domingo, 17 de octubre de 2010

El niño con el pijama de rayas

Autor: John Boyne

Salamandra. Barcelona (2007). 224 págs. 12,50 €. Traducción: Gemma Rovira.

El protagonista de esta breve pero intensa y emotiva novela es Bruno, un niño de nueve años que es hijo de un comandante nazi, hombre de confianza del propio Hitler. Bruno vive en Berlín, con sus padres y su hermana Gretel, unos años mayor que él y con quien no se lleva bien. Y aunque empieza a notar que algo extraño sucede a su alrededor –la llegada de Hitler al poder y los preparativos para la guerra– es tan pequeño que apenas se entera de nada. La novela comienza cuando el padre es trasladado de Berlín a un lugar en principio desconocido. Poco a poco vemos que el padre ha sido destinado al campo de concentración de Auchviz (designado así en la novela). Ni Bruno ni su hermana saben nada de lo que es un campo de concentración y mucho menos de la cuestión judía. Un día, dando una vuelta por los alrededores, Bruno conoce a Schmuel, un niño polaco y judío que se encuentra al otro lado de la valla. Schmuel tiene los mismos años que Bruno y entre los dos surge una escondida y peligrosa amistad.

La novela tiene su trampa melodramática, pero hay que reconocer que el autor (Irlanda, 1971) acierta con el ingenuo e infantil punto de vista, lo que da a toda la narración una perspectiva distinta, nueva, eficaz. Por eso resulta una novela original, que impacta y que se lee muy bien, como lo demuestra su éxito internacional.

aceprensa.com

jueves, 7 de octubre de 2010

Blanca como la nieve, roja como la sangre



Bianca come il latte, rossa come il sangue

Autor: Alessandro D’Avenia

Grijalbo. Barcelona (2010). 250 págs. 15,90 €. Traducción de César Palma.

Leo es un mal estudiante, pasota, buen deportista, desorientado, nada idealista, que tiende a culpar de todo a los demás y siente una especial inquina por los docentes, a los que considera parásitos, inútiles y fracasados. En primera persona, nos cuenta un año de su vida: las clases en el instituto, las relaciones con sus padres, el campeonato de fútbol con el equipo del colegio… y dos hechos que transformarán sus ideas y su conducta: la llegada de “El Soñador”, un profesor distinto, ante el que poco a poco sus manías y aversiones irán cambiando, y el enamoramiento de Beatrice

El argumento es semejante al de otras novelas del género, pero con un ritmo ágil, buenos diálogos y un lenguaje cercano al de la gente joven, que, con el desarrollo de la acción, se va enriqueciendo como la vida del protagonista. El autor ha elaborado una trama a la que no faltan sorpresas ni tensiones y que da pie a que los protagonistas se planteen, de un modo nada forzado, las grandes cuestiones a las que nadie puede ser ajeno y cuya respuesta influye decisivamente en los comportamientos: Dios, el amor, el dolor, el bien y el mal, la muerte, la familia, la amistad, el sentido de la existencia...

Blanca como la nieve, roja como la sangre gustará a la gente joven, pero me parece muy recomendable también para padres y para profesores, pues ayuda a afrontar los problemas de la adolescencia de un modo valiente y atractivo, con miras altas que contrastan con la mediocridad individualista que algunos pretenden imponer. En las aulas, puede dar pie a interesantes y enriquecedores debates.

Mil soles espléndidos

A Thousand Splendid Suns

Autor: Khaled Hosseini

Salamandra. Barcelona (2007). 378 págs. 19 €. Traducción: Gema Moral Bartolomé.

Tras el éxito de Cometas en el cielo (ver Aceprensa 5/07), el escritor afgano Khaled Hosseini, exiliado en Estados Unidos, vuelve a utilizar la dramática historia de su país como escenario de una novela. En esta ocasión aborda las vidas de dos mujeres, Mariam y Leila, que sufren los rigores de la política y la sociedad afganas.

solesMariam es hija de Yalil, un hombre de negocios de Herat que tiene tres mujeres y nueve hijos legítimos, entre los que no se encuentra Mariam, una harami, fruto de los amores ilícitos con Nana, una de sus criadas. Nana y Mariam viven apartadas de la familia de Yalil en una aldea cercana a Herat y reciben una vez a la semana la visita de Yalil. Mariam vive allí hasta los 15 años, acompañada del sufrimiento de su madre, que la advierte en numerosas ocasiones del futuro desgraciado que la aguarda.

A los quince años, la fuerzan a contraer matrimonio con Rashid, un zapatero de Kabul que se ha quedado viudo, treinta años mayor que ella. La guerra civil que vive Afganistán deja su huella en todas las familias, también en Leila, una muchacha vecina de Mariam. Rashid le salva la vida y la pide en matrimonio. Aunque al principio la relación entre Mariam y Leila es insostenible, poco a poco nace entre ellas una entrañable solidaridad. Pero estamos en Afganistán, los talibanes han llegado al poder y todavía queda mucho por sufrir.

Hosseini maneja con soltura las emociones y los sentimientos y muestra desde dentro la vida de estas mujeres, la relación con su marido y sus hijos, sus anhelos, su carácter y, también, la inferioridad con la que afrontan sus vidas.

Aunque el final es un tanto melodramático, Mil soles espléndidos describe la situación real de las mujeres afganas en los diferentes momentos de la historia reciente de este país. A pesar de todo, como dice casi al final de la novela Leila, un magnífico personaje, “parece casi increíble que la vida de todos los afganos esté marcada por la muerte y un sufrimiento inimaginable. Y, sin embargo, también veo que la gente encuentra el modo de sobrevivir y seguir adelante”.

martes, 5 de octubre de 2010

Ken Follet y su Edad Media de ficcion


El escritor de best-sellers Ken Follett acaba de publicar en español la continuación de su éxito Los pilares de la tierra. La novela se llama Un mundo sin fin. Ambas se desarrollan durante la Edad Media, aunque, a tenor de sus declaraciones, en una Edad Media peculiar que, en el caso del segundo libro, tiene un marcado sesgo anticristiano. El historiador italiano Franco Cardini recusa en las páginas de Avvenire este manipulado Medievo a través de un artículo traducido al español por Alfa y Omega (10-01-2008).
Fuente: AvvenireFecha: 10 Enero 2008
Cardini parte de unas declaraciones del novelista en la revista italiana Panorama, en la que este afirma que “la peste que hubo de 1347 a 1352 manifestó a todos la verdad: el clero se reveló completamente impotente. El posterior descubrimiento del funcionamiento de la infección bacteriana ha permitido salvar la vida a millones de personas, demostrando que los prejuicios anticientíficos de la religión no tenían ningún fundamento”.
“No hay nada que decir de Follett como autor de thrillers de éxito, pero cuando sus argumentos se cimentan en acontecimientos históricos, especialmente los ligados al Medievo, es necesario decir que los resultados son, desde el punto de vista histórico, decepcionantes”, replica Cardini. “Atendiendo a las declaraciones del autor de Un mundo sin fin, de veras hay que indignarse. Follett parece haber descubierto un Medievo inmóvil y privado de innovaciones. Hace escapar una sonrisa, pero también hace perder la paciencia. Desde hace décadas, la medievalística mundial viene repitiendo –desde Bloch hasta Le Goff y Tabacco, y muchos otros– que, al contrario, la Edad Media, una edad comúnmente definible y larguísima, que ocupa mil años según algunos, estuvo caracterizada por una profunda experimentación en todos los campos, desde la tecnología hasta la politología. Hasta un místico como Bernardo de Claraval fue un enamorado de las máquinas, de los molinos y de los batanes con los que se trabajaba en los monasterios cistercienses”.
Cardini escribe que “si se decide a hablar del Medievo, no es libre de ignorar la auténtica pasión por la búsqueda y la innovación de personajes como Gilberto de Aurillac, Roger Bacon y tantos otros: clérigos, sacerdotes, religiosos y místicos, los cuales no eran soñadores alquimistas ni herejes. Sin embargo, la Iglesia inventada de Follett en su última novela es una banda de aprovechados, ladrones, vividores y violadores. Viene la peste a mitad del siglo XIV y no hacen nada para combatirla, ni para aliviar las penas de la gente. Según Follett, la Universidad, los hospitales, las enormes obras de misericordia son nada. Según él, la responsabilidad del hecho de que la mecánica de las infecciones no fuera conocida antes del siglo XIX se debe a los prejuicios anticientíficos de la religión. Ni siquiera se le pasa por la cabeza que las explicaciones sobre la corrupción del aire o el desequilibrio de los humores del cuerpo fueron, en realidad, la ciencia de su tiempo, la que practicaba toda la sociedad –y toda la Iglesia también, en la medida en que la Iglesia vivía en la sociedad de su tiempo–”.
En último lugar, Cardini refuta algunos de los datos en los que se basa Follett: “No es completamente cierto que [la peste] se llevara consigo a dos tercios de la población europea; (...) las víctimas se fueron distribuyendo en manchas de leopardo, en una geografía difícil de comprender. En muchos casos, los muertos fueron muy superiores a las estimaciones que da el escritor galés; en otros, al contrario, ni siquiera llegó a darse el contagio, como sucedió con la ciudad de Milán, que se vio milagrosamente salvada”. El conflicto ciencia-Iglesia entonces es falso: “Los médicos de ese tiempo estaban absolutamente encuadrados en un saber cohesionado, en el cual convivían teología y filosofía. Las críticas expresadas por el novelista no tienen ninguna credibilidad, y hablan claramente, o de su ignorancia de los hechos, o de su anticatolicismo, o de una antipática mezcla de ambas cosas”, concluye.

www.aceprensa.com

lunes, 4 de octubre de 2010

La Casa del Propósito Especial


The House of Special Purpose

Autor: John Boyne
Salamandra. Barcelona (2009). 416 págs. 19,50 €. Traducción: Patricia Antón de Vez.

Firmado por Adolfo Torrecilla
aceprensa.com
Fecha: 19 Noviembre 2009

Tras el éxito de El niño con el pijama de rayas, y después de que la misma editorial reeditase una obra escrita con anterioridad Motín en la Bounty, se publica la primera novela que John Boyne (Dublín, 1970) ha escrito después de convertirse en un autor internacional. Esto se ha notado, bastante, en el marketing, la distribución y promoción de La Casa del Propósito Especial.

Se cuenta en ella la historia de Georgi, un joven de una aldea rusa que entra por casualidades del destino a formar parte de la guardia personal del mismísimo zar de Rusia, Nicolás II, quien le destina como guardaespaldas de su enfermizo hijo Alexis Romanov. Incluso se enamora de Anastasia, la hija menor del zar, quien le corresponde a su amor juvenil. Estamos en plena Primera Guerra Mundial y con un ambiente social en Rusia prerrevolucionario. Georgi es testigo privilegiado y también protagonista de unos sucesos que marcarán la historia de Rusia.

Pero Georgi y la misteriosa Zoya, ahora su mujer, desaparecen de Rusia en los convulsos meses posteriores a la Revolución, tras la detención por los bolcheviques de la familia real. Primero viven en París y luego se trasladan a Londres. Ya anciano, Georgi recuerda los principales sucesos de su vida en Rusia y, también, sus años de relación con Zoya, ahora gravemente enferma.

Toda la novela se sustenta en la intriga de los misteriosos hechos que Gregori va contando y que sólo se desvelan casi al final de la narración. De manera alterna, el narrador regresa a Rusia y a aquellos difíciles años para la familia del zar, y cuenta también su largo exilio en Londres, donde ha trabajado de bibliotecario.

Aunque los sucesos que forman el decorado tienen gran importancia histórica, John Boyle no consigue que la novela acabe enganchando a los lectores. La principal causa reside en la falta de sustancia sobre la que gira toda la novela y las numerosas e insulsas páginas con las que se hincha un relato que, tal y como ha sido estructurado, no da mucho de sí. Sobran muchas escenas, pasajes, diálogos, que distraen la narración porque el autor no va al grano. Podía haber sido una novela más redonda si el autor hubiese sacado más partido a los hechos históricos y menos a sus años londinenses.